13 mar 2010

Ella se había quedado ciega en un accidente de tráfico. Los médicos les habían dado una serie de complicaciones que indicaban, muy a su pesar, que los ojos castaños de la pelirroja no volverían a ver nunca más. 
Ella, que iba notando poco a poco como se la comían viva las sombras, no pudo por más que aceptar tan cruel e incierto destino.
Él, que seguía siendo un niño, se vio pequeño y desamparado, sin saber que camino tomar. Podía alegar locura transitoria o simplemente miedo y huir allá lejos, buscar otro cuerpo, otras manos y otro olor a primavera aliñados con unos ojos nuevos que pudieran ver. Supo entonces que esa decisión le haría ganar o perder la partida de la vida y, pese a que las responsabilidades le asfixiaban, decidió quedarse y luchar. ¡No estaba seguro de poder encontrar en alguna otra parte del mundo otro olor a primavera como el de aquella niña, aquella chica, aquella mujer.
Así que así comenzó la guerra contra el fin, contra el desprecio, contra el miedo y la inseguridad. De su lado estaba el bando de los cambios y de la esperanza, mientras que el enemigo contaba con los miedos, que siempre tienden a crecerse en la batalla.
Durante los primeros meses el amor se dabatio en medio, sin saber muy bien de qué lado de posicionaba. Y, finalmente, se antepuso la razón.
Aprendieron los dos.
Ella aprendió a recorrer el cuerpo de él con la yema de los dedos, haciendole temblar, a encontrar el sabor a menta en esas sonrisas de cada mañana, a leer en sus suspiros, a distinguir entre la multitud los pasos de él (y solo los de él). Imaginó su parpadeo y esa cara de no haber roto un plato que tanto la hacía enternecerse y descubrió, muy a su pesar, que había estado equivocada toda su vida porque enamorarse, despues de todo, no estaba tan mal.
Él, pequeño caballero de armadura reluciente, aprendió el valor que tenía tomarle a ella la mano cuando caminaban por la calle, descubrió lo mucho que le gustaba besarla en el cuello sin que ella lo esperara y que, despues de jugar un rato, volvieran a dejarse llevar, fue consciente de que le encantaba prepararle zumo de naranja y enredarse de vez en cuando entre su pelo y entre las notas de su piano. Se dio cuenta de que crecer, bueno, pues podía soportarlo, no sabía tan amargo como en un principio imaginó.
Y así siguen los dos, viendo lo que de verdad necesitan ver, sin necesidad de unos ojos nuevos que a ella le permitan contemplar el dibujo que va trazando despacito el pincel con el que la retrata él. 
Porque ya que nos vamos a ver si o si reflejados en algún espejo, que este nos sepa amor y nos suene a abrazos o incluso a te quieros. Así es más fácil verse guapo, ¿no?



14 comentarios:

  1. queeee me encanto la historia,es tanto el amor que da para mucho más

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  2. Bueno, mejor que te guste demasiado un blog a que te guste demasiado una persona :)

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  3. es precioso!! me alegro de que el se quedara, hizo bien! :)
    Escribes muy muy bien! haces que nos metamos en la historia.
    Un besoo ^^

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  4. de lo mejor que he leído por este lugar, me parece precioso que finalmente se quede y aprenda a disfrutar tanto de esas caricias a tientas...

    Un beso de Oreo para la chicamonstruito.

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  5. coincido con saroma, eres una artista!

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  6. El amor... variable, voluble, elástico, caótico, escurridizo. Está y al instante...¿dónde se ha ido?.
    Bonito y cargado de esperanza.

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  7. Ay, ¿pero tú no sabes que los cuerpos se aprenden infinitamente mejor si no se miran?


    (besodemacarronesconqueso)

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  8. La pequeña ciruela te envía una pompa de jabón a lo Garçon desde la esquina superior izquierda de mi templo.

    El blanco es el color primavera 2010 de los blogs grandes!

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  9. eeeeeees preciosisimaaaaa!!!! me encanta =D

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  10. Pues creo que merece este cuento una segunda parte en donde se rev ierta ese nunca más y vivan la dicha del tacto pero a todo color!!!

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Grita un poquitín más alto...

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