Esta noche tocaba embriagarse. Tocaba dejarse arrastrar por el aroma dulce del vino, mientras este acariciaba mis cuerdas vocales. Tocaba hacerse trizas la ropa, quemar las suelas de los zapatos. Tocaba venderse un poco, dejarse llevar, extasiarse. Tocaba que el cuerpo se desentendiera del alma y que esta, caprichosa, se fuera a bailar entre los eflubios del tiempo, que tiende a jugar malas pasadas y a confundir al receptor con un mensaje cifrado. Hoy tocaba olvidarse, abstenerse. Hoy tocaba que mandara la piel, no la mente, porque el alma es ligera como el viento, mientras que la piel muerta pesa 14 toneladas.
Pero otra vez las cosas no son como una quiere. Todo se limita al "yo me lo guiso, yo me lo como". Como siempre. Mañana la razón llamará a mi puerta y los ladridos de los perros me recordarán lo que he hecho y dejado de hacer mal. Aun así, las aguas seguirán su rumbo y nadie vendrá a salvarme de mi misma y del resto. Porque no, amigos, es el resto el que nos hace más daño, porque mentirnos a nosotros mismos no nos duele tanto como mentir a los demás. Aunque pese.
Así que, recontando, ¿qué más nos queda? Sufrir en silencio una apariencia opuesta. Porque los demás no van a creer más de lo que les muestran sus ojos y para buenos actores -como yo- el ser y el parecer no son para nada lo mismo. Y es que hay una que se rie por fuera mientras que la de dentro sangra. Así, las palabras se arremolinan en mi cabeza y no me atrevo a dejarlas salir porque, si lo hago, las cosas no van a ser igual y no me arriesgo, tristemente, a encontrar algo peor y más miserable en mi camino.
En fin, que se equivocan. El "mejor sola que mal acompañada" no es cierto. Y todo el que lea estas palabras es consciente de ello. Solo nos queda atrevernos, tanto a vosotros como a mi, a ser sinceros.
La libertad me pesa tanto como me falta.
No, esperad, solo me falta.
Ahí queda eso.
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Nubes
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Tristemente he de decir que mentirnos a nosotros mismos hace mucho más daño que mentir a los demás, quizá porque nosotros sí conocemos la verdad. Y el alcohol no ahoga las penas, sólo las hace más pesadas por la mañana y, además, pedimos a gritos un gelocatil para que el arrepentimiento deje de bullirnos en la cabeza como si nos dieran con mil martillos a la vez... Triste pero cierto, más de los que nos pensamos dejamos ver una sonrisa cuando por dentro las lágrimas nos inundan.
ResponderEliminarÁnimo.
Estoy con Vane_19, cuando conoces la verdad, mentirte a ti misma puede hacerte sentir ridícula. Te dejo esta frase, de una película (Revolutionary Road, puede que incluso la hayas visto):
ResponderEliminar¿Sabes qué tiene de bueno la verdad? Que todos podemos reconocerla por mucho que hayamos vivido sin ella. Nadie olvida qué es la verdad, solo nos hacemos más diestros mintiendo.
En fin, me gustó mucho tu blog, te sigo : )
Cuidate.
Pues a veces es bueno estar sola y pensar claramente las cosas, y me ha gustado lo que has escrito
ResponderEliminar^3^ besaso
para no lastimar al resto pagamos el precio de sangrar por dentro. me ocurrió y me ocurre.
ResponderEliminarme gusta como lo escribiste
Mentirnos a nosotros mismo es sin duda más fácil, lo díficil es convencernos de que sangrar por dentro es lo correcto.
ResponderEliminarEs una pena q el miedo a estar solos nos robe la libertad de mostrarnos reales, tal vez los resultados sean mejores de lo esperado.
Besos!
A veces es mejor la soledad para dejar de aparentar o parecer y conseguir ser.
ResponderEliminarSí, es un cuento de Javier y me alegro mucho de que te guste :)
Un besito color púrpura
Yo también tengo necesidad de meterme al pub y hacer fotos a la heineken!
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