31 mar 2010

¿Ni siquiera, ahora, te compadeces de mi?

Te estás llendo.
no te das cuenta, pero te estás llendo.
¿No lo notas? 
Te estás llendo muy lejos.
Tanto que ni siquiera yo puedo agarrarte.
Tanto que, cuando te abrazo, ya no siento casi nada...
Y lo peor es que se que, cuando filamente te esfumes, cuando solo te vea caminando por la calle con ese aire perdido y no sepa a dónde vas, cuando nuestras conversaciones eternas se conviertan en un hola y adiós, cuando se nos acaben los gestos cómplices, cuando te olvides de mis lunares, de mi risa, de nuestros secretos...
Entonces ya te habrás ido.
Y no habrá manera, mon ange, de hacerte volver.




 Pídeme lo que sea.
Que me humille, que me arrodille. Pídeme el cielo, la luna, las estrellas.
Pideme todo cuanto tengo.
Dame la fórmula mágica para salvarme.
Para salvarte.
Para salvarnos.






Se aceptan sugerencias.

21 mar 2010

Quería que fueras tú.
Si, tú, el que suelta bocanadas de humo, sentado en su taburete, bebiendo cerveza, haciendo como que no me mira.
Si, ese, tú.
Quería que te levantaras, que vinieras hacia mi y que me comieras la boca. Así, literalmente.
Quería que me llevaras al baño y me hicieras todo todito todo lo que estabamos pensando los dos. Quería que me arrinconaras contra la pared, que me lamieras entera. Quería que me besaras en el cuello y que mi arrancaras la ropa de un tirón. Quería ver como te brillan los ojos cuando ardes por dentro. Porque tú te enciendes casi tan rápido como yo, mon ange.
Casi casi.
Quería luces, fuegos artificiales, mi dosis de polvos mágicos, amour, mis dosis de ti.
Quería susurrarte al oído, arañarte la espalda, morderte los hombros, beberme tus labios, respirar tus latidos.
Te quería, te quería con toda mi alma. Estaba dispuesta a AMARTE, a amarte con mayúsculas durante quince minutos seguidos. Era lo que yo quería y se, cheri, que es lo que tú querías también.
Por querer, ¡se pueden querer tantas cosas!
El problema era, mon ange, que los dos estabamos muy ocupados ; yo haciendo como que no te quería y tú haciendo como que no querías quererme.

19 mar 2010

-No eres la apropiada para dar consejos sobre amor, bonita, que tienes el romanticismo...
-Al ladito del Punto G, ¿te apetece venir a buscarlo?










(Pdt: si, cambié el texto, no terminaba de convencerme.)

13 mar 2010

Ella se había quedado ciega en un accidente de tráfico. Los médicos les habían dado una serie de complicaciones que indicaban, muy a su pesar, que los ojos castaños de la pelirroja no volverían a ver nunca más. 
Ella, que iba notando poco a poco como se la comían viva las sombras, no pudo por más que aceptar tan cruel e incierto destino.
Él, que seguía siendo un niño, se vio pequeño y desamparado, sin saber que camino tomar. Podía alegar locura transitoria o simplemente miedo y huir allá lejos, buscar otro cuerpo, otras manos y otro olor a primavera aliñados con unos ojos nuevos que pudieran ver. Supo entonces que esa decisión le haría ganar o perder la partida de la vida y, pese a que las responsabilidades le asfixiaban, decidió quedarse y luchar. ¡No estaba seguro de poder encontrar en alguna otra parte del mundo otro olor a primavera como el de aquella niña, aquella chica, aquella mujer.
Así que así comenzó la guerra contra el fin, contra el desprecio, contra el miedo y la inseguridad. De su lado estaba el bando de los cambios y de la esperanza, mientras que el enemigo contaba con los miedos, que siempre tienden a crecerse en la batalla.
Durante los primeros meses el amor se dabatio en medio, sin saber muy bien de qué lado de posicionaba. Y, finalmente, se antepuso la razón.
Aprendieron los dos.
Ella aprendió a recorrer el cuerpo de él con la yema de los dedos, haciendole temblar, a encontrar el sabor a menta en esas sonrisas de cada mañana, a leer en sus suspiros, a distinguir entre la multitud los pasos de él (y solo los de él). Imaginó su parpadeo y esa cara de no haber roto un plato que tanto la hacía enternecerse y descubrió, muy a su pesar, que había estado equivocada toda su vida porque enamorarse, despues de todo, no estaba tan mal.
Él, pequeño caballero de armadura reluciente, aprendió el valor que tenía tomarle a ella la mano cuando caminaban por la calle, descubrió lo mucho que le gustaba besarla en el cuello sin que ella lo esperara y que, despues de jugar un rato, volvieran a dejarse llevar, fue consciente de que le encantaba prepararle zumo de naranja y enredarse de vez en cuando entre su pelo y entre las notas de su piano. Se dio cuenta de que crecer, bueno, pues podía soportarlo, no sabía tan amargo como en un principio imaginó.
Y así siguen los dos, viendo lo que de verdad necesitan ver, sin necesidad de unos ojos nuevos que a ella le permitan contemplar el dibujo que va trazando despacito el pincel con el que la retrata él. 
Porque ya que nos vamos a ver si o si reflejados en algún espejo, que este nos sepa amor y nos suene a abrazos o incluso a te quieros. Así es más fácil verse guapo, ¿no?



8 mar 2010

"A ver, atiende..."

-A ver, atiende. Y atiendeme bien porque esto es algo que no me gusta contar; yo una vez me enamoré. Si, vale, suena poco creible, pero es que fue antes de conocerte, ya sabes, yo tenía una vida y tal... El caso es que si, me enamoré. Y no de cualquiera, ¿eh? Yo me enamoré de un príncipe, ¡de verdad que si! Un príncipe de un reino muy lejano. Era alto, rubio y con unos ojos azules que te mueres. Además, era la persona más jodidamente inteligente que he conocido. Decir que me daba mil vueltas era poco, aunque ya sabes que no es que yo sea demasiado lista... La primera vez que le vi me temblaron las piernas, lo juro. Y eso que él no es que fuera demasiado guapo, la verdad, pero tenía labia, feromonas, yo que se... El caso es que a la semana de conocernos yo ya bebía los mares por él y se lo dije. Tampoco es que lo pensara demasiado, fue más bien como si las palabras saltaran solas de mi boca. Desde luego, no esperaba que el me cogiera allí mismo y me diera lo mío contra la pared, que por otra parte tampoco habría estado mal... Supongo que le quería tanto en ese momento que ya no me aguantaba más. ¿Sabes lo que él me dijo? Piensaló, podía haberse inventado una serie de catastróficas desdichas por las que él no podía quererme. O simplemente salir huyendo, que es otra opción. Pero no. Se acercó a mi sonriendo, me abrazo y me dio un beso en la mejilla mientras yo sentía cómo me elevaba del suelo. ¿Sabes lo que me dijo entonces? Que yo le gustaba. Que le gustaba mucho. Mi cuerpo, mis formas, mis palabras... Le gustaba todo de mi. Pero que él tenía una novia a la que AMABA. Así, con mayúsculas bien grandes. ¡estaba tan seguro de eso que casi daba miedo! Es decir, ¡no le cabía la más mínima duda de lo mucho que la quería! Pese a que ella estaba lejos, lejísimos, él ni siquiera se planteaba besar a otra chica. ¡Ni siquiera un beso, ni por pena! ¡Joder, yo con un beso habría sido la tía más feliz del mundo! Pero nada, nada de nada... No te imaginas la rabia que me dio, lo mal que me sentí...
sus ojos se mantenían fijos en la botella de vino que tenía en la mano mientras comenzaban a llenarse de lágrimas de polvo. Sentada allí, sola sobre el frío y duro suelo de marmol del pasillo de su casa, sentía el sopor embriagante del alcohol. Aquél tres de marzo, a las seis menos cuarto de la mañana, Dara se sentía, como todas las noches sin luna, un poco más miserable de lo normal.
-Entonces...-prosiguió.- entonces fue cuando mi corazón convulsionó. supongo que le hice trabajar demasiado, ¡qué se yo! Sentí como se agrietaba y como, poco a poco, se paraba. De golpe dejé de amar. Dejé de amarle a él y a mi misma. Y, por ende, al resto del mundo, pues el músculo de mi pecho había quedado total y absolutamente inservible. Al poco tiempo me alegré, que conste. Me dolía tanto el alma que llegué a la conclusión de que no necesitaba amor si era un sentimiento tan rastrero. Esa mierda no la quería. Ni la necesitaba, que quede claro. Cambié el calor que da una caricia por la energía desbocada de un orgásmo porque era precisamente esa energía la que necesitaba para que mi sangre no se quedara quieta y seguir viva. Por eso se me dan tan bien los amores de diez minutos, esos de los baños de los bares y las camas duras de los moteles de carretera... Así fue como me volví más gata que perra y más zorra que gata... Así, querida mia, te conocí a ti.
Se tumbó en el suelo, dejando la botella con cuidado y abrazandose a si misma. Hacía mucho frío aquel mes de marzo pero aquel día, no había tan helado como su alma.
Unas décimas de segundo antes de cerrar los ojos se permitió ser sincera y suplicarle al Diablo, a Dios o a quién fuera por alguien que la salvara aquellas madrugadas, cuando no se bastaba consigo misma y necesitaba desesperadamente el aliento cálido en el cuello de alguien que la quisiera de verdad.
Alguien por quien no tuviera que llorar.


5 mar 2010

Era el tipo de persona que encara la vida, que se aferra con uñas y dientes a lo que quiere, a los que quiere.
Que no se humilla, que se lanza.
Que calla cuando hay que callar y miente cuando hay que mentir.
Era así, como un huracán.
Se bebía las ganas de comerse el mundo con un baso de vodka limón y a veces, de vez en cuando, se le trababa el corazón.
No creía en farsas, como aquella del amor. No creía en príncipes de ningún color.
Anestesiada, la vida no le parecía nada más que un mero sueño incompleto, insípido y desiusionante.
Casi una pesadilla.
Era ese tipo de persona.
Ese tipo de persona que vive deprisa y muere despacio.

Nubes


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