La primera vez que se vieron la Tierra no dejó de girar. No hubo estrellas fugaces ni fuegos artificiales. Ni siquiera se miraron a los ojos.
Ella llevaba Slipknot en los oídos, demasiado alto como para permitir que el resto del mundo le importara lo más mínimo. Él, sentado al fondo de aquel vagón de metro, paseo su mirada sobre su cuerpo, recordando el por qué le gustaba tanto el verano y las falditas que este se traía, cada año más cortas. Su mirada se enredó en el pelo de la chica, bajando despacio y cayendo sobre su piel como gotitas de lluvia, memorizando sus curvas de mujer recién estrenada. Ni siquiera le vio la cara y es que; ¿qué falta le hacía? No pensaba en amor en aquellos instantes, si no más bien en algo menos místico y más carnal.
El metro se detuvo, las puertas se abrieron y ella se ahogó en el río de gente que viene y va, como el azul del mar de alguna canción. Él agachó la mirada, volviendo a centrarse en sus apuntes y no volvio a pensar en ella.
Hasta que volvieron a encontrarse.
Y es que no se a vosotros, pero a mi el amor -con sus cuatro letras.- me parece algo tan serio que es imposible encontrártelo un día, tan tranquilo, caminando por la calle.
La historia de estos dos vale mucho más que eso... Ya veréis, ya!
Vuelvo, no se por qué, pero no puedo estar un minuto más sin escribir.
Gracias a todos por los mensajes de ánimo, no sabeis la falta que me hacían!