Las princesas no van por ahí llorando porque se les haya perdido un pendiente, ¡joder, estaríamos buenos entonces! Tampoco se pasan horas cepillandose el pelo ni pintandose las uñas ni buscando zapatitos de tacón ni faldas de tul; les vale con vaqueros y zapatillas machacadas. Tampoco se van a quedar sin dormir porque haya un guisante bajo el colchón, ni van a esperar a que un puto príncipe que solo quiere un lugar calntito donde meter la polla vaya a darles los buenos días. Que no son tontas. Todo lo contrario: para ser princesa hay que ser inteligente, porque ser guapa no es imprescindible pero ¿una princesa tonta? ¿Dónde se ha visto eso?
Para ser princesa hay que tener ganas y los huevos bien puestos. Hay que saber que mundo solo hay uno y que no necesitan más, que de nada les vale la imaginación si no son capaces de enfrentarse al día a día. Las princesas no sueñan con volar, hostia, dejemonos de tonterías. A ellas les gusta saber donde pisan para no tropezarse. Pesan más de cuarenta quilos y se comen el mundo porque lo que no te mata, te da vida. Vida. Vida. Vida. Las princesas aman la vida. Aman los días y las noches, el agua y la tierra. Aman las cosas que les rodean. Que no a las personas, aclaremos eso, que de imbéciles está el mundo lleno y ellas no son de las que pierden el tiempo en ese tipo de bobadas, como llorar porque alguien no las quiere.
Ellas marcan el ritmo que quieren seguir y siguen el compás de sus latidos. Las ranas muy bonitas, pero mejor dejarlas en sus charcas y los castillos mejor de noventa metros, con luz y con agua corriente, que luego es muy complicado limpiar y, con esta crisis, nadie va a contratar servicio...
Se dedican a ser profesoras, médicos, escritoras, infirmáticas, músicos, enfermeras, historiadoras, guías turísticas... A lo que les salen de los cojones, vamos. Porque se lo curran y se esfuerzan por lo que de verdad quieren, que es ser ellas mismas y no encasillarse en tópicos que se inventó un paranoide desquiciado.
Y en el amor... Pues bueno, que llegue cuando llegue. Las princesas no lo buscan, lo encuentran. Y entonces les dura para toda la vida. O no. Si quieren son un poco putas o un poco perras.
O un poco malas y un poco buenas.
Y es que, ¿quién decidió como tenía que ser una princesa?